Noble, purista y
claro, el vidrio se ha convertido en indispensable, tanto estilísticamente como
en su aplicación. Para la producción de cuerpos de vidrio, se funde una mezcla
de dióxido de silicio, óxido de boro, óxido de sodio, óxido de potasio y óxido
de aluminio en hornos calentados principalmente con electricidad o gas a unos
1.650 °C. El vidrio se moldea en moldes de acero en máquinas sopladoras
rotativas, normalmente de 12 a 24 estaciones, hasta que finalmente se enfrían en
un proceso controlado. El resultado son cuerpos de vidrio rotacionalmente
simétricos y prácticamente libres de tensiones que se utilizan como tarros y
recipientes. Para artículos complicados, como las teteras, se requieren procesos
en gran parte manuales.